La experiencia de Baire

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El año pasado visité Cuba por primera vez en 56 años. Fui con la Misión Cuban Evolution en plan de visitar distintas comunidades, hacer contactos y ver cómo el Instituto Jesuita Pedro Arrupe podía apoyar a la iglesia peregrina en Cuba. En aquel viaje visitamos La Habana, Santiago de Cuba y Baire, lugares donde ya teníamos contactos que nos podían guiar. De esos encuentros surgieron varias iniciativas que apoyamos, una el  Programa Repasos de la parroquia jesuita Sagrada Familia  (Santiago de Cuba) y la otra ayudar con materiales y conferencias a la comunidad del pueblo de Baire.

Este año mi viaje fue un poco accidentado. Mi visa no llegó a tiempo y no pude irme con el resto del grupo. Salí tres semanas más tarde, el 22 de julio, acompañada por miembros de la Institución Teresiana, que volaban a Holguín para impartir la Escuela de Verano. Ellas se quedaron en Holguín y yo fui a hacer el mismo recorrido que mis compañeros habían hecho semanas antes. Llevaba 100 libras de materiales para repartir, biblias, libros, proyector, pelotas de fútbol,  comida, medicinas, etc.

En Santiago dejé materiales para la comunidad de la Sagrada Familia además de cooperar con los Hermanos de la Salle y las Hermanas Claretianas. Visité a familias que había conocido el año anterior, restableciendo lazos de amistad y colaboración. El miércoles 25 de julio visité la parroquia San Bartolomé de Baire. Allí me reuní con el padre Rogelio Dean Puerta, párroco de esa comunidad, quien me dio a conocer las necesidades  físicas de su comunidad, y los materiales didácticos y charlas que le gustaría les diéramos, sobre temas de Antropología, Doctrina Social y Eclesiología. Pasé todo un día compartiendo con ellos, oyendo sus proyectos, sueños, y celebrando juntos la Eucaristía por la festividad de Santiago Apóstol, patrono de la diócesis. Me dieron un recorrido por el pueblo y me presentaron a la historiadora del pueblo, quien mantiene un record fiel de todo la historia de la iglesia en Baire. Pasé la noche en casa de una pareja de la parroquia que gentilmente me cedieron su cuarto. Fueron 24 horas de mucho compartir con gran generosidad de su parte. En Baire también dejé parte del material que llevaba.

Los próximos  dos días los pasé en Gibara, diócesis de Holguín. Allí me reuní con el padre Pablo Emilio Presilla quien además de párroco de San Fulgencio de Gibara y sus comunidades adyacentes fue un gran anfitrión. Con el visité las 3 comunidades en medio del campo que él y las Hermanas Lauritas acompañan. Dos de esas comunidades son en el puro campo, sin templo y una de ellas sin agua potable, (han construido una cisterna con ayuda de la iglesia) pero en uno de los bohíos del poblado se celebra la Eucaristía, se dan clases de catecismo y se comparte la fe. La otra sí tiene su templo, La Candelaria, pero también la comunidad es campesina y pobre. En todas estas comunidades, como también en el mismo pueblo de Gibara, hay mucha necesidad y muchos sueños. La comunidad que se reúne en La Candelaria quisiera ampliar sus clases de informática que dan en un espacio de la iglesia, pero para eso necesitan más computadoras. Las necesidades que me expresó el P. Pablo Emilio son muy parecidas a las de Baire; charlas, películas para los jóvenes, que es su gran preocupación y prioridad. Le dejé al Padre Pablo Emilio el resto de los materiales que había traído. Me fui de Gibara hacia Holguín el sábado 28 y me quedé ahí una semana más compartiendo con esa comunidad y ayudando, en lo que podía, en la Escuela de Verano, junto con mis amigas Teresianas. Hablé también con Monseñor Emilio Aranguren, obispo de Holguín, quien expresó las mismas necesidades e inquietudes.

La iglesia de Cuba necesita nuestra ayuda. Las necesidades son muchas y para todo hace falta dinero. Necesitan reconstruir templos que se están cayendo, apoyar comunidades con materiales de formación, videos, computadoras, proyectores, libros, etc. ¡Ojalá el Espíritu nos mueva a cooperar con nuestra iglesia  en Cuba!